"Hans y las lluvias de abril" Juan Iturralde editado por Literaturas Com Libros
Critica en el suplemento cultural del diario español ABC realizada por Miguel García Posada.
Los herederos de Juan Iturralde (José María Pérez Prat), el afortunado autor de Días de llamas, prosiguen, con la publicación de esta novela inédita, Hans y las lluvias de abril, la recuperación de su obra. Esta edición es el paso más importante que han dado en esa dirección; hasta ahora su labor había sido de exhumación de textos olvidados (El viaje a Atenas, Labios descarnados) o no suficientemente divulgados, pese a su importancia (Días de llamas).
En vida Juan Iturralde llegó a destruir de modo parcial el manuscrito de Hans, desencantado de sus gestiones para publicarlo. Hay algo o mucho de dolorosamente ejemplar en estos hechos, que no arrojan una imagen demasiado feliz de nuestra vida literaria. Que el autor de Días de llamas, una de las grandes novelas sobe la Guerra Civil, fuera rehusado en términos tan contundentes induce a seria reflexión. Su hijo, Alejandro Pérez Prat, ha logrado establecer el texto con criterios plausibles, como explica en precisa nota, aunque el original resultante no es el que el autor hubiera fijado. De hecho, la base textual la constituye la primera redacción.
La casta de los grandes. El prologuista, Constantino Bértolo, el editor del Iturralde de Días de llamas, es expeditivo al respecto: según él, el autor pertenece a la extinguida casta de los grandes cultivadores de la literatura, modalidad de la comunicación verbal que «se extinguió a finales del siglo XX» -Bértolo menciona sólo narradores. El destino de la hasta ahora inédita novela de Iturralde, minoritario en el mejor de los casos, sería congruente con esta situación; lo más que cabe esperar es «folio y medio de gloria» en un suplemento literario.
Vengamos al texto, con independencia de tan sombrío diagnóstico. Texto, digámoslo ya, denso, difícil pero digno del aplauso, al menos de los connaisseurs. Se trata de un largo delirio, del monólogo de un loco que cuenta la historia de su vida; una historia nada lineal, llena de ambigüedades, sueños y duplicidades -su historia es también la de otro, el llamado Hans-, vertebrada por sus relaciones con las mujeres (Frida en especial, su amor tardío, 24 años frente a sus 58, pero también Gertrude e Inge) y por sus trabajos de investigador neurólogo en centros de la Alemania nazi y posnazi, espacio en el que se sitúa toda la novela, que alcanza a la irrupción del grupo Baader-Meinhoff.
Es ejemplar el dominio que acredita Iturralde de la materia alemana: contextos, cultura, lengua, etcétera. Quien habla en el texto es, sin duda, un loco y su monólogo es de loco porque contraviene las leyes de la lógica, pero son bien reales las cosas y fenómenos de que habla, como es real su voluntad de no dejarse sumir en la larga derrota de su vida, su rigurosa concepción de la ciencia y su hostilidad permanente a la superstición, el oscurantismo y la mitología nazi, así como a los rebrotes de autoritarismo.
Voluntad hermética. Benetiano -el influjo de Benet parece evidente en cierta voluntad hermética y en las ondulaciones de la sintaxis-, Iturralde hace descansar su novela más sobre su rico sistema discursivo y expresivo que sobre el entramado estrictamente argumental. En este sentido la novela se desvía de la poética de la obra anterior o de parte de la obra anterior, en especial de El viaje a Atenas, pues tanto Días de llamas como Labios descarnados tienen más de apariencia realista que de genuino discurso de esta índole. No obstante, el desvío es evidente y revela la voluntad de Iturralde de transitar nuevos territorios después de la gran empresa de Días de llamas. Aunque no haya razones para postular antecedentes, Hans recuerda, en su orientación delirante, alguna novela del último Cela, pese a las muy notables diferencias.
El narrador sin nombre, recluido en un manicomio, hace desfilar, a instancias de su psiquiatra, las principales secuencias de su vivir, sin que podamos exigir la verificación de los sueños representados. Pero nada es gratuito: la calidad de la prosa y la profundidad de las reflexiones sustentan el discurso narrativo, que Bértolo, en su entusiasmo, equipara con Thomas Mann, Musil y Dostoievski por su ambición. Por nuestra parte, no tenemos inconveniente en proponer al lector la sumersión en las páginas, insistimos, densas y difíciles de Hans y las lluvias de abril, que está, desde luego, al margen y por encima de los agentes literarios, los premios pactados y el marketing como supremo norte de la actividad literaria.
Miguel García-Posada
HANS Y LAS LLUVIAS DE ABRIL
Juan Iturralde
Prólogo de Constantino Bértolo
Literaturas Com Libros
Madrid, 2005
372 páginas, 16.30 euros
Sólo se vende en la web de Literaturas.com petición del libro en dio@literaturas.com
Los herederos de Juan Iturralde (José María Pérez Prat), el afortunado autor de Días de llamas, prosiguen, con la publicación de esta novela inédita, Hans y las lluvias de abril, la recuperación de su obra. Esta edición es el paso más importante que han dado en esa dirección; hasta ahora su labor había sido de exhumación de textos olvidados (El viaje a Atenas, Labios descarnados) o no suficientemente divulgados, pese a su importancia (Días de llamas).
En vida Juan Iturralde llegó a destruir de modo parcial el manuscrito de Hans, desencantado de sus gestiones para publicarlo. Hay algo o mucho de dolorosamente ejemplar en estos hechos, que no arrojan una imagen demasiado feliz de nuestra vida literaria. Que el autor de Días de llamas, una de las grandes novelas sobe la Guerra Civil, fuera rehusado en términos tan contundentes induce a seria reflexión. Su hijo, Alejandro Pérez Prat, ha logrado establecer el texto con criterios plausibles, como explica en precisa nota, aunque el original resultante no es el que el autor hubiera fijado. De hecho, la base textual la constituye la primera redacción.
La casta de los grandes. El prologuista, Constantino Bértolo, el editor del Iturralde de Días de llamas, es expeditivo al respecto: según él, el autor pertenece a la extinguida casta de los grandes cultivadores de la literatura, modalidad de la comunicación verbal que «se extinguió a finales del siglo XX» -Bértolo menciona sólo narradores. El destino de la hasta ahora inédita novela de Iturralde, minoritario en el mejor de los casos, sería congruente con esta situación; lo más que cabe esperar es «folio y medio de gloria» en un suplemento literario.
Vengamos al texto, con independencia de tan sombrío diagnóstico. Texto, digámoslo ya, denso, difícil pero digno del aplauso, al menos de los connaisseurs. Se trata de un largo delirio, del monólogo de un loco que cuenta la historia de su vida; una historia nada lineal, llena de ambigüedades, sueños y duplicidades -su historia es también la de otro, el llamado Hans-, vertebrada por sus relaciones con las mujeres (Frida en especial, su amor tardío, 24 años frente a sus 58, pero también Gertrude e Inge) y por sus trabajos de investigador neurólogo en centros de la Alemania nazi y posnazi, espacio en el que se sitúa toda la novela, que alcanza a la irrupción del grupo Baader-Meinhoff.
Es ejemplar el dominio que acredita Iturralde de la materia alemana: contextos, cultura, lengua, etcétera. Quien habla en el texto es, sin duda, un loco y su monólogo es de loco porque contraviene las leyes de la lógica, pero son bien reales las cosas y fenómenos de que habla, como es real su voluntad de no dejarse sumir en la larga derrota de su vida, su rigurosa concepción de la ciencia y su hostilidad permanente a la superstición, el oscurantismo y la mitología nazi, así como a los rebrotes de autoritarismo.
Voluntad hermética. Benetiano -el influjo de Benet parece evidente en cierta voluntad hermética y en las ondulaciones de la sintaxis-, Iturralde hace descansar su novela más sobre su rico sistema discursivo y expresivo que sobre el entramado estrictamente argumental. En este sentido la novela se desvía de la poética de la obra anterior o de parte de la obra anterior, en especial de El viaje a Atenas, pues tanto Días de llamas como Labios descarnados tienen más de apariencia realista que de genuino discurso de esta índole. No obstante, el desvío es evidente y revela la voluntad de Iturralde de transitar nuevos territorios después de la gran empresa de Días de llamas. Aunque no haya razones para postular antecedentes, Hans recuerda, en su orientación delirante, alguna novela del último Cela, pese a las muy notables diferencias.
El narrador sin nombre, recluido en un manicomio, hace desfilar, a instancias de su psiquiatra, las principales secuencias de su vivir, sin que podamos exigir la verificación de los sueños representados. Pero nada es gratuito: la calidad de la prosa y la profundidad de las reflexiones sustentan el discurso narrativo, que Bértolo, en su entusiasmo, equipara con Thomas Mann, Musil y Dostoievski por su ambición. Por nuestra parte, no tenemos inconveniente en proponer al lector la sumersión en las páginas, insistimos, densas y difíciles de Hans y las lluvias de abril, que está, desde luego, al margen y por encima de los agentes literarios, los premios pactados y el marketing como supremo norte de la actividad literaria.
Miguel García-Posada
HANS Y LAS LLUVIAS DE ABRIL
Juan Iturralde
Prólogo de Constantino Bértolo
Literaturas Com Libros
Madrid, 2005
372 páginas, 16.30 euros
Sólo se vende en la web de Literaturas.com petición del libro en dio@literaturas.com
0 comentarios