"Benjamin no llegó a La Habana" por Rafael Rojas
El 15 de julio de 1940, día del 48 cumpleaños de Walter Benjamin, Theodor W. Adorno, desde Nueva York, escribió la última carta a su amigo, por entonces fugitivo en el santuario de Lourdes. Adorno le informaba a Benjamin que debía trasladarse a Marsella para que el consulado norteamericano en ese puerto le expidiera una visa, con la cual embarcarse rumbo a Estados Unidos. Para alentar a su amigo, atrapado por la ocupación nazi de Francia, Adorno decía a Benjamin que él y Max Horkheimer no se limitaban al intento de traerle a Estados Unidos, sino que estaban probando otras alternativas. "Una de ellas es la posibilidad de prestarle como profesor invitado a la Universidad de La Habana". Una vez en esa ciudad caribeña, Benjamin podría trasladarse fácilmente a Nueva York e incorporarse a los trabajos del International Institute of Social Research.
En su respuesta a Adorno, el 2 de agosto desde Lourdes, Benjamin no pudo ocultar su alegría: en medio de la "inseguridad que traerá el próximo día" y del "derrumbamiento en el abismo", una posible notificación del consulado de Marsella lo "movía a la esperanza". Y agregaba: "Tomo nota de su negociación con La Habana... Estoy plenamente convencido de que usted hace todo lo que está en su mano, o más de lo posible. Mi temor es que el tiempo de que disponemos resulte ser mucho más corto de lo supuesto". A pesar de las restricciones a su libertad de movimiento en territorio francés, Benjamin se trasladó a Marsella a mediados de agosto y permaneció en esa ciudad hasta el 23 de septiembre de 1940. El affidávit gestionado por Adorno y Horkheimer había llegado a las oficinas consulares, pero, para embarcarse, se requería un visado francés que Benjamin, como fugitivo o apátrida, no podía conseguir.
Cuando Benjamin llegó a Port Bou el 25 de septiembre, luego de caminar nueve horas seguidas, por la "ruta de Líster", se encontró con que las autoridades aduaneras de Cataluña exigían el mismo visado de salida francés para autorizar el tránsito por España. El jefe de la policía fronteriza tenía instrucciones de que todas las personas "sin nacionalidad determinada" fueran puestas a disposición de la más cercana gendarmería francesa. La noche de aquel día, en Port Bou, el autor de Calle de dirección única (1928) se suicidó con una sobredosis de tabletas de morfina, que llevaba en el bolsillo desde Marsella y que, según le comentara a Arthur Koestler en una taberna de aquel puerto, era suficiente para matar a un caballo: "En una situación sin salida, no tengo otra elección que poner aquí un punto final. Mi vida va a terminar en un pequeño pueblo de los Pirineos donde nadie me conoce".
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