"Un diagnóstico y una alternativa" Fernando Valls
Suplemento del diario EL MUNDO - El Cultural (10.11.05)
Siempre que me hablan de la industria editorial pienso en la literatura, acaso porque estoy convencido de que ésta no puede existir (la ambiciosa e independiente, claro está), sin una industria desarrollada y sana que la respalde. Pero lo que quizá haya ocurrido en los últimos tiempos es que todos hemos acabado aceptando su lógica más perversa, por la cual sólo vale e interesa aquello que se vende. Y ese todos incluye no sólo a los editores, agentes y libreros, sino también a los periodistas culturales, a los críticos y a los lectores.
Pero lo más preocupante es que las supuestas editoriales literarias se van decantando cada vez más hacia lo comercial, construyendo sus catálogos con una mezcla de autores que más que generar la confianza del lector, lo despistan definitivamente. Así, es indiscutible que los escritores están en su derecho de escribir lo que quieran, como los editores pueden situar en los puntos de venta los libros que deseen; pero los periodistas y los críticos deberían distinguir entre los productos comerciales y los literarios, fomentar estos últimos, y no ser tan complacientes con los productos manufacturados, ni limitarse a prestarles atención a aquellas editoriales que ponen publicidad en sus medios. Sería muy clarificador que alguna vez los editores, pienso ahora en los literarios, nos explicaran con qué criterios distribuyen su publicidad, y que los responsables de las revistas, los suplementos y las secciones culturales de los medios nos aclararan por qué se entrevista a un escritor y no a otro, por qué se reseña este o aquel libro, o bien se da noticia de la aparición de un volumen o de la concesión de un premio en vez de otros muchos.
Así, me gustaría acabar formulando un deseo y proponiendo una alternativa. No estaría nada mal que se clarificara el panorama y que cada uno ocupase el lugar que realmente le corresponda. Quizá la alternativa más sensata para muchos escritores que hacen una literatura inteligente, pero cuyas ventas son discretas, estribe en refugiarse en las pequeñas editoriales, donde se les presta más atención y se les pone en los puntos de venta suficientes para que puedan llegar al público interesado en su literatura, tal vez con menores ventas aunque con mayores posibilidades de perdurar.
Fernando Valls
La industria editorial, a debate: http://www.elcultural.es/HTML/20051110/Letras/LETRAS15837.asp
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