El futuro según Houellebecq por Octavi Martí
Fotografía: DANIEL MORDZINSKI)
Diario EL PAIS - España - 30/08/05
El escritor se centra en la clonación humana en su nueva novela, 'La possibilité d'une île', que domina la 'rentrée' literaria francesa y que se publicará en España en noviembre
Este mes de septiembre, los estantes de las librerías francesas se llenarán con más de 650 nuevas novelas, todas ellas dispuestas a competir por los distintos premios literarios -Goncourt, Renaudot, Femina, Interallié, etcétera- y por un hipotético éxito de ventas. Sus esfuerzos serán vanos, probablemente ninguna de ellas llegue a igualar a La possibilité d'une île, la última obra de Michel Houellebecq, que aparece simultáneamente mañana en francés, inglés, alemán, italiano y holandés antes de hacerlo en otros treinta idiomas. En España la publicará Alfaguara en noviembre con el título de La posibilidad de una isla. El despliegue informativo que acompaña a la novela es tan enorme que casi parece difícil que no acabe por resultar contraproducente.
Houellebecq viene a ocupar en la mitología europea el lugar del novelista "de ideas", es decir, la sucesión de Malraux, Sartre o Camus. Tras interesarse por el intercambio desigual en materia económica y sexual en Ampliación del campo de batalla, por las consecuencias nefandas del relativismo hijo de mayo del 68 en Las partículas elementales y por el carácter irreconciliable del islam y la libertad sexual en Plataforma, ahora se interesa por la clonación humana y nos propone un relato doble, el de un humorista cínico que triunfa a inicios del siglo XXI y el de su clon, muchos años más tarde. "Todo lo que la ciencia permite será realizado, incluso si modifica profundamente aquello que hoy estimamos humano o deseable. Me ha costado admitirlo, pero la filosofía tiene que ver con la literatura, y no es la literatura la que dice la verdad. Sólo la ciencia dice la verdad. Y la verdad se impone", sentencia el novelista desdoblado en profeta.
Si en Las partículas elementales la sombra de Auguste Comte estaba muy presente, en La possibilité d'une île la reflexión del texto se pone bajo la advocación de Schopenhauer. "Me hubiese gustado poder incluir en el texto esa cita de él: la posibilidad de la felicidad debería subsistir, a título de cebo". Obviamente. Sólo como cebo o espejismo, pues Houellebecq es, según Nancy Huston, uno de esos "profesores de desesperación" que pululan en la cultura europea. Para él no hay amor posible. "Para mí, la noción de amor libre es un oxímoron, pues el amor, de una manera u otra, siempre comporta alienación de sí mismo y del otro. Para mí, amor y libertad son términos radicalmente antinómicos".
El futuro que pinta Houellebecq está vagamente inspirado en los discursos de las sectas -"siempre he considerado exacta esa frase banal que asegura que una religión es una secta que ha triunfado"- y, más concretamente, en el movimiento raelita, que él ha rebautizado como elohimita. "El adjetivo raelita remite al profeta, a Raël, mientras que elohimita pone el énfasis en el Dios que esperan", aunque Houellebecq, que asistió a uno de esos encuentros entre raelitas para documentarse, constata que "los raelitas hablan cada vez menos de Elohim y cada vez más de sus proyectos científicos", es decir, de la clonación, de la eterna juventud, de la inmortalidad.
Antes de salir a la venta, el libro ya ha provocado violentas polémicas e incluso se han publicado dos volúmenes, uno sobre el autor, el otro sobre su obra, muy críticos. La promoción de La possibilité d'une île ha sido definida como "un marketing de la abyección" del pensamiento de un autor que "ha hecho del odio a su época el combustible de sus ficciones". Houellebecq ha dicho de su último héroe de ficción que "es una especie de Zaratustra para clase media", una clase a la que reprocha sin cesar, de un libro a otro, el que haya renunciado a su moral estricta y a sus sueños de revolución, a la fidelidad conyugal y a la sumisión a Stalin.
El mérito de las "novelas de tesis" de Houellebecq radica en que consiguen abordar los temas que obsesionan a la época y que sabe hacerlo con la ambigüedad ideológica suficiente para que unos le crean un cínico, otros le traten de "fanático comunista", mientras unos terceros le presentan como el clásico "anarquista de derechas", cuando no lo ven como un "ultraderechista obseso", tal y como le definió su madre, la madre de Michel Tomas, que así se llama en realidad Michel Houellebecq.
Los protagonistas de sus historias son siempre antihéroes, personajes sombríos dotados de una gran vis cómica. "Cuanto más sombrío, más cómico", dice él. Otros escriben "cuanto más antipático, falócrata y desencantado", más confuso resulta saber si "el protagonista piensa como Houellebecq o es Houellebecq que piensa como sus personajes".
En cualquier caso, sin necesidad de cámpings nudistas ni de clubes de intercambios de parejas, pero sí de consideraciones malignas sobre la izquierda de principios del siglo XXI -"el único contenido residual de izquierdas de esos años era el antirracismo o, más exactamente, el racismo antiblanco"- o sobre Francia y la canícula del verano de 2003 -"reveló que Francia se había convertido en un país moderno, pues sólo un país auténticamente moderno es capaz de tratar a sus ancianos como puro residuo, pues tal menosprecio hacia los ancestros sería inimaginable en África o en un país de la Asia tradicional"-, Michel Houellebecq es el fenómeno de la rentrée literaria sin que sepamos aún si ha cobrado por La possibilité d'une île 1,3, 1,5, 2 o 3 millones de euros, ni si, por fin, será él mismo quien la lleve a la gran pantalla. "Los directores de cine no son gente de un gran nivel. Basta con que les proporciones una idea, un diálogo o una situación para que se maravillen".
Diario EL PAIS - España - 30/08/05
El escritor se centra en la clonación humana en su nueva novela, 'La possibilité d'une île', que domina la 'rentrée' literaria francesa y que se publicará en España en noviembre
Este mes de septiembre, los estantes de las librerías francesas se llenarán con más de 650 nuevas novelas, todas ellas dispuestas a competir por los distintos premios literarios -Goncourt, Renaudot, Femina, Interallié, etcétera- y por un hipotético éxito de ventas. Sus esfuerzos serán vanos, probablemente ninguna de ellas llegue a igualar a La possibilité d'une île, la última obra de Michel Houellebecq, que aparece simultáneamente mañana en francés, inglés, alemán, italiano y holandés antes de hacerlo en otros treinta idiomas. En España la publicará Alfaguara en noviembre con el título de La posibilidad de una isla. El despliegue informativo que acompaña a la novela es tan enorme que casi parece difícil que no acabe por resultar contraproducente.
Houellebecq viene a ocupar en la mitología europea el lugar del novelista "de ideas", es decir, la sucesión de Malraux, Sartre o Camus. Tras interesarse por el intercambio desigual en materia económica y sexual en Ampliación del campo de batalla, por las consecuencias nefandas del relativismo hijo de mayo del 68 en Las partículas elementales y por el carácter irreconciliable del islam y la libertad sexual en Plataforma, ahora se interesa por la clonación humana y nos propone un relato doble, el de un humorista cínico que triunfa a inicios del siglo XXI y el de su clon, muchos años más tarde. "Todo lo que la ciencia permite será realizado, incluso si modifica profundamente aquello que hoy estimamos humano o deseable. Me ha costado admitirlo, pero la filosofía tiene que ver con la literatura, y no es la literatura la que dice la verdad. Sólo la ciencia dice la verdad. Y la verdad se impone", sentencia el novelista desdoblado en profeta.
Si en Las partículas elementales la sombra de Auguste Comte estaba muy presente, en La possibilité d'une île la reflexión del texto se pone bajo la advocación de Schopenhauer. "Me hubiese gustado poder incluir en el texto esa cita de él: la posibilidad de la felicidad debería subsistir, a título de cebo". Obviamente. Sólo como cebo o espejismo, pues Houellebecq es, según Nancy Huston, uno de esos "profesores de desesperación" que pululan en la cultura europea. Para él no hay amor posible. "Para mí, la noción de amor libre es un oxímoron, pues el amor, de una manera u otra, siempre comporta alienación de sí mismo y del otro. Para mí, amor y libertad son términos radicalmente antinómicos".
El futuro que pinta Houellebecq está vagamente inspirado en los discursos de las sectas -"siempre he considerado exacta esa frase banal que asegura que una religión es una secta que ha triunfado"- y, más concretamente, en el movimiento raelita, que él ha rebautizado como elohimita. "El adjetivo raelita remite al profeta, a Raël, mientras que elohimita pone el énfasis en el Dios que esperan", aunque Houellebecq, que asistió a uno de esos encuentros entre raelitas para documentarse, constata que "los raelitas hablan cada vez menos de Elohim y cada vez más de sus proyectos científicos", es decir, de la clonación, de la eterna juventud, de la inmortalidad.
Antes de salir a la venta, el libro ya ha provocado violentas polémicas e incluso se han publicado dos volúmenes, uno sobre el autor, el otro sobre su obra, muy críticos. La promoción de La possibilité d'une île ha sido definida como "un marketing de la abyección" del pensamiento de un autor que "ha hecho del odio a su época el combustible de sus ficciones". Houellebecq ha dicho de su último héroe de ficción que "es una especie de Zaratustra para clase media", una clase a la que reprocha sin cesar, de un libro a otro, el que haya renunciado a su moral estricta y a sus sueños de revolución, a la fidelidad conyugal y a la sumisión a Stalin.
El mérito de las "novelas de tesis" de Houellebecq radica en que consiguen abordar los temas que obsesionan a la época y que sabe hacerlo con la ambigüedad ideológica suficiente para que unos le crean un cínico, otros le traten de "fanático comunista", mientras unos terceros le presentan como el clásico "anarquista de derechas", cuando no lo ven como un "ultraderechista obseso", tal y como le definió su madre, la madre de Michel Tomas, que así se llama en realidad Michel Houellebecq.
Los protagonistas de sus historias son siempre antihéroes, personajes sombríos dotados de una gran vis cómica. "Cuanto más sombrío, más cómico", dice él. Otros escriben "cuanto más antipático, falócrata y desencantado", más confuso resulta saber si "el protagonista piensa como Houellebecq o es Houellebecq que piensa como sus personajes".
En cualquier caso, sin necesidad de cámpings nudistas ni de clubes de intercambios de parejas, pero sí de consideraciones malignas sobre la izquierda de principios del siglo XXI -"el único contenido residual de izquierdas de esos años era el antirracismo o, más exactamente, el racismo antiblanco"- o sobre Francia y la canícula del verano de 2003 -"reveló que Francia se había convertido en un país moderno, pues sólo un país auténticamente moderno es capaz de tratar a sus ancianos como puro residuo, pues tal menosprecio hacia los ancestros sería inimaginable en África o en un país de la Asia tradicional"-, Michel Houellebecq es el fenómeno de la rentrée literaria sin que sepamos aún si ha cobrado por La possibilité d'une île 1,3, 1,5, 2 o 3 millones de euros, ni si, por fin, será él mismo quien la lleve a la gran pantalla. "Los directores de cine no son gente de un gran nivel. Basta con que les proporciones una idea, un diálogo o una situación para que se maravillen".
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